La eclosión de la abstracción
La eclosión de la abstracción evoca un nuevo acercamiento al arte en el IVAM.
Antoni Tàpies Gran diptic roig i negre, 1980.
07/02/2018 - VALENCIA. La exposición La eclosión de la abstracción alimenta la vivacidad del Institut Valencià d'Art Modern, IVAM, desde julio del 2017 y lo hará
hasta mediados de septiembre de este año. Josep Salvador, comisario de la exposición permanente del museo,
guía a los visitantes y los sumerge en la mente de artistas de la talla de Saura, Tàpies y Serra, que decidieron
en su momento cambiar el rumbo de lo que había significado el arte hasta la fecha. Se trata pues de una
colección de algunas de las obras del arte abstracto que “eclosionó” en el paradigma artístico de la segunda
mitad del siglo XX y que actualmente, todavía suscita incertidumbres ante quienes lo contemplan. Salvador
advierte desde un primer momento que “no queremos una colección de cromos, queremos generar
discursos” y despierta esa idea de que la colección que exhibe durante estos meses el museo es el resultado de
un trabajo de muchos años, resaltando el hecho extraordinario de la recopilación de tantísimo talento en un
espacio único. Por ello, los visitantes de este escaparate artístico, gozan del privilegio de poder asistir a toda
una revolución. Un total de 150 obras intentan responder a esa ardua pregunta de qué es el arte.
Hans Hofmann Scintillating Red (Rojo brillante), 1962.
Partiendo de la premisa de que todas las obras se sitúan en una fecha posterior a la Segunda Guerra Mundial,
seguro que aparecen ideas fugaces de qué significa este hecho. Al igual que directores de cine e intelectuales
europeos, pintores y escultores tuvieron que emigrar a Estados Unidos con la, en apariencia, sencilla
finalidad de poder expresar con sus trabajos su propio mundo interior. Esto supuso un cambio del foco
cultural de Europa a Estados Unidos y toda una revisión de lo que había significado el arte y su autor hasta
entonces. Así pues desde el mismo comienzo de la exposición, el visitante se topa con obras que van
suscitando desconocidas sensaciones, sobre todo al observador más habitual de un arte al que podríamos
denominar más clásico o convencional. Ese ojo “acostumbrado” se sitúa ante un nuevo cambio de
paradigma, donde es el receptor quien asume el papel de intentar descubrir qué emociones afloran en su
interior para poder captar la esencia del artista. Por lo tanto, ese ojo mira asombrado las obras de gran
formato como Figura imposible de José María Yturralde o esos tres focos de colores de Hans Hofmann en
Scintillating red (Rojo brillante).
Antonio Saura Clara, 1965.
Al detenerse ante obras como Clara de Antonio Saura, se tacha inmediatamente la idea de que pueda dejar
indiferente a la vista. Salvador habla del rechazo al “elemento adoctrinador" que había estado presente hasta
entonces y la aparición, revela el comisario, de una “búsqueda de la belleza, de una reflexión que ayuda a
crecer como personas”. A través del recorrido de la exposición, las pinceladas ágiles de Kandisnky o la
extravagante maestría de Picasso, deambulan por la mente del visitante pero cada obra consigue diferenciarse
como la expresión más directa de lo que el espectador siente en ese momento. Por otro lado, el conocido
estadounidense Richard Serra o Gilberto Zorio ofrecen con sus obras V + 5: A Michael Heizer y Letto
(Cama), respectivamente, una renovación del concepto de interacción. Es el propio visitante quien debe
liberarse de cualquier norma o regla sobre el arte establecida hasta entonces y ser capaz de transformar esa
mirada en una experiencia totalmente distinta.
James Turrel Porterville, 2004.
La exposición se atreve a dejar al espectador totalmente anonadado con la experiencia abrumadora de James
Turrel como colofón final. El artista americano, obsesionado con la fusión de dos conceptos, luz y espacio,
deja huella en el museo con su impactante Porterville. A través de un pasadizo a oscuras, la visita clausura
con una pantalla simulada compuesta de luz fluorescente, fibra óptica y lámparas leds. Cualquier idea,
imagen o sentimiento preestablecido hasta ese momento desaparece, dejando al visitante ante una especie de
abismo, sin saber muy bien a dónde le conduce pero que sin lugar a dudas logra dejarlo incluso extasiado.
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